PUNTO Y SEGUIDO/PUNTO Y APARTE/COMA
Sirven para organizar y dar claridad a los textos al indicar pausas y cambios de ideas:
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Punto y seguido → Para separar ideas relacionadas dentro del mismo párrafo y facilitar la lectura.
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Punto y aparte → Para indicar que una idea terminó y empieza otra distinta, separando párrafos.
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Coma → Para marcar pausas cortas, separar elementos y evitar confusiones en la lectura.
Tipo | Ejemplos destacados |
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Punto seguido | Separando oraciones dentro del mismo párrafo. Ejemplos: “El sol caía oblicuo sobre el viejo camino empedrado. Las hojas crujían…”, “Recordé nuestras carreras… El sabor de la fruta…”, “Decidí entrar. El umbral cedió…”, “Apoyé el cuaderno… Me arrodillé…” (y más en cada párrafo). |
Punto y aparte | Cambio de párrafo donde cambia la escena o el enfoque. Se puede notar entre cada salto de párrafo en el texto. |
Coma | Se usa para separar elementos o frases: “anunciando el otoño, una estación…”, “nostalgia o por la empatía”, “roja y promesas de lluvia se anunciaban…” y otras similares. |
EJEMPLOS EN TEXTO
Palabras con punto y seguido.
Palabras con punto y aparte.
Palabras con coma
El sol caía oblicuo sobre el viejo camino empedrado.
Las hojas crujían bajo mis pies, anunciando
el otoño, una estación que me resultaba
extrañamente melancólica. Caminaba sin rumbo
fijo, con la mente perdida en recuerdos de infancia. Me detuve frente a una reja oxidada,
aquella que un día me separó de mi mejor amigo; lo vi reflejado en mi memoria, sonriente, cómplice, lleno de vida.
Recordé nuestras carreras por los prados,
las tardes interminables jugando al escondite,
el sabor de la fruta madura que recogíamos del árbol vecino. Todo parecía tan lejano y tan cercano al
mismo tiempo. Caminé unos pasos más y
encontré una casa abandonada; sus ventanas rotas y su fachada cuarteada
hablaban de historias olvidadas, de risas
ahora mudas. Un escalofrío recorrió mi espalda.
Decidí entrar. El umbral cedió
bajo mi peso y me permitió acceder a una estancia polvorienta.
El aire olía a madera vieja y a humedad, una
combinación que evocaba tiempos pasados. En
una mesa dejada en el centro del cuarto, encontré
un cuaderno abierto. Su tapa estaba gastada, y en sus hojas amarillas se leían garabatos, nombres, fechas; parecía un diario íntimo. Me arrodillé,
lo recogí, y una pregunta me invadió: ¿qué historias guardaría? ¿Qué
secretos imploraban ser contados?
Apoyé el cuaderno en mis rodillas y comencé a hojearlo. Las palabras parecían vivas: hablaban de
amores ocultos, promesas rotas, despedidas apresuradas.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla, y
sin darme cuenta, estaba llorando. No sabía
si por la nostalgia o por la empatía. Cerré
los ojos. Sentí un suspiro que no venía de
mí, sino del pasado. Respiré hondo, me incorporé y,
con cuidado, coloqué el cuaderno
sobre la mesa.
Salí de la casa y el viento me golpeó el rostro.
Me arrodillé en el camino y recogí unas hojas caídas,
después me levanté y continué caminando. Sentía
que aquel lugar me había cambiado. El cielo
empezaba a teñirse de rojo y promesas de lluvia se anunciaban en el horizonte. A lo lejos, vi una silueta familiar: mi amigo, ahora adulto,
me esperaba bajo un árbol que habíamos plantado juntos hace muchos años. Respiré profundo y,
sin pensarlo, corrí hacia él.
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